Historia de la Parroquia Vaticana y Castrense de San Francisco


Según el libro "San Francisco Vaticana, Castrense e Isleña" de Fernando Mósig Pérez escrito para el 250 Aniversario de la fundación de la Parroquia

1. La efeméride.

La Parroquia Castrense de San Francisco de Asís fue establecida en enero de1765 en el antiguo Hospicio de los religiosos franciscanos de la Real Isla de León por decreto de D. Antonio Fanales, teniente vicario general de los Reales Ejércitos de Mar y Tierra. En tal fecha se entronizó el Santísimo Sacramento, encargándose a los franciscanos la asistencia espiritual de todos los aforados y dependientes de la jurisdicción castrense en la localidad. Poco después tuvieron lugar los primeros bautizos y matrimonios en ella.

Se cumplen ahora (2015) pues, 250 años de aquel acontecimiento. Su importancia histórica es fácilmente deducible, tanto para la Iglesia, como para la ciudad de San Fernando, como para la Armada; los tres pilares sobre los que va a asentarse esta conmemoración.

Para la Iglesia isleña supuso un hito espiritual remarcable en su crecimiento y desarrollo local que se unió al que tuvo lugar justo el año anterior, en 1764, cuando fue consagrada la nueva Iglesia Mayor Parroquial de San Pedro y San Pablo. Esta y San Francisco fueron las dos parroquias principales de la ciudad, una diocesana otra castrense, durante un siglo y medio.

Para la villa de la Real Isla de León, hoy ciudad de San Fernando, fue un eslabón más en la memorable cadena de acontecimientos que fueron configurando su esencia histórica en esa década de 1760. Particularmente la segregación e independencia municipal de Cádiz que tuvo lugar un año después, en 1766, y cuyo 250 aniversario se conmemorará igualmente en el próximo año 2016.

Y para la Armada española, sobre todo, el acontecimiento se enmarcó dentro de la política de expansión y refuerzo navales llevada a cabo por Carlos III y sus antecesores, deseosos de convertir a España -entonces un imperio con territorios a ambas orillas del Atlántico que había que defender- en una potencia marítima mundial.

La Real Isla de León había sido elegida como sede del Departamento Naval de Cádiz. A ella se trasladarían en los años siguientes, a partir de 1769, las principales dependencias navales que estaban ya instaladas en la capital gaditana: capitanía general, academia de guardias marinas, observatorio astronómico… con el personal correspondiente y sus familias.

La Parroquia Castrense precedió a todos estos establecimientos departamentales al ser creada en 1765. De modo que los marinos y sus familias –se calcula que eran por entonces 15.000 almas-, encontraron ya en la Real Isla de León la asistencia espiritual necesaria, contando desde el principio del traslado naval con una parroquia para su atención religiosa.

La historia de la iglesia de San Francisco en la Isla de León, sin embargo, se remontaba dos décadas atrás, y era incluso un cuarto de siglo anterior a la creación de la propia parroquia castrense.

2. El Hospicio de San Francisco.

La fundación primitiva de una residencia de religiosos franciscanos observantes tuvo lugar hacia 1739, creándose una pequeña comunidad en una modesta casa-oratorio de la calle Soledad, vulgo Viñuelas (hoy, Doctor Cellier), con categoría jurídica de hospedería u hospicio. Se trataba de la misma rama de la orden seráfica que la que moraba desde el siglo XVI en el convento Casa Grande de San Francisco, iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, de Cádiz.

Razón por la cual el hospicio isleño se puso también bajo la protección de esta advocación mariana.

La labor de los franciscanos isleños durante sus primeros años en la Isla de León es poco conocida. Sabemos que su presencia suscitó la fundación de una orden tercera para los fieles devotos del hábito de san Francisco, con sede en la parroquia sita por entonces en el Castillo de los Ponce de León.

La humilde actividad espiritual de los franciscanos se vio pronto complementada y enriquecida con una labor benéfico-social de primer orden, que les daría crédito y sustento en la localidad isleña durante décadas: la instrucción pública.

Esta tarea docente fue patrocinada por Manuel de Arriaga y Mariana de Arteaga, matrimonio sin hijos, acaudalados gaditanos de origen vasco, proclives al fervor religioso y prestos a emplear su cuantiosa fortuna en diversas fundaciones pías que redundaran en beneficio espiritual de sus almas y de las de los necesitados. Arriaga y Arteaga tenían acreditada, por cierto, su ferviente devoción por la figura de san Francisco de Asís. Eran patronos de la primera capilla de la nave de la epístola – dedicada al santo seráfico- en la nueva iglesia conventual del Carmen de la Real Isla de León que había sido consagrada en 1733, en cuyo rico retablo, presidido por una hermosa imagen del Pobre de Asís, colocaron sus escudos de armas.

Sus inclinaciones franciscanas quedarían también atestiguadas por la generosidad que siempre demostraron hacia los capuchinos de Cádiz, en cuyo convento serían sepultados ambos tras sus respectivos fallecimientos. Además, el piadoso matrimonio gaditano continuaría mostrándose proclive a las fundaciones pías dedicadas a la docencia e ilustración de las diversas capas sociales, como así ocurrió con la de la Compañía de María fundada en esta misma localidad poco tiempo después.

A solicitud de los franciscanos isleños, como forma de mejorar su pobre fundación primigenia, D. Manuel y D. Mariana donaron en 1743 unos terrenos de su propiedad situados a orillas del Camino Real y en el barrio de las Tres Cruces, para que edificaran nuevo hospicio, con su iglesia y con una escuela de primeras letras. Los terrenos donados estaban situados junto a la antigua capilla de Nuestra Señora del Pópulo, cuya construcción había sido iniciada en 1696 por su antigua congregación, ya extinguida, y que se hallaba por entonces abandonada y en alberca, sin techar.

Tal vez por esto, el nuevo hospicio (o la nueva escuela) fue titulado oficialmente como “Nuestra Señora del Pópulo”, además del título de la iglesia, dedicada a “Nuestra Señora de los Remedios”, en honor del convento gaditano matriz. Aunque desde entonces el conjunto sacro-escolar fue conocido simplemente como “Hospicio de San Francisco”.

La construcción del nuevo inmueble conoció dos proyectos arquitectónicos: uno más elaborado y costoso, que no se llevó a cabo y cuyos planos (que se conservan), sin embargo, se suelen publicar erróneamente como los definitivos; y otro más simple y funcional, que así fue el edificio triple (hospicio-iglesia-escuela) que contemplaron los isleños durante casi un siglo.

La tarea docente de los franciscanos –enseñar a leer y escribir, más la doctrina cristiana- se rigió por las capitulaciones que firmaron en 1743 con los potentados fundadores y benefactores. Estas capitulaciones, muy detalladas, recogen todos los aspectos relativos a la formación religiosa y a la instrucción de los niños.

La presencia de los franciscanos en la Real Isla de León quedó así justificada, no sólo por razones de índole espiritual, sino sobre todo por su altruista y benéfica finalidad de crear y regentar una escuela de primeras letras.

3. La Parroquia Castrense.

Veinte años después de esta fundación docente, los franciscanos verían otra vez mejorada –o alterada- su situación en la localidad isleña. En esta ocasión, debido al referido traslado del Departamento Marítimo a la Real Isla de León, puesto que a la orden seráfica correspondía desde antiguo la asistencia espiritual y el servicio eclesiástico a los militares españoles. De este modo, como hemos dicho, la iglesia del hospicio-escuela fue creada parroquia castrense en 1765 por D. Antonio Fanales, teniente vicario general, cuatro años antes de formalizarse el traslado de las demás instalaciones navales.

Sin embargo, pronto se percibió la necesidad de mejorar la fábrica de la sencilla iglesia del Hospicio de San Francisco, ahora convertida en Parroquia Castrense. Clavijo dice que la parroquia tuvo que improvisarse y que faltaban al principio sagrario y pila bautismal. Antón Solé habla también las necesidades materiales padecidas por la iglesia de los franciscanos isleños.

En consecuencia, una nueva iglesia fue construida a partir de 1786, costeándose su fábrica con las donaciones y arbitrios dispuestos un par de años antes por Carlos III a partir de fondos procedentes de “los individuos que morían intestados, así como también las crecidas limosnas que recogía de las familias de los individuos de los distintos cuerpos de la Armada”. Si bien las obras –paralizadas varias veces- no se concluirían hasta principios del XIX.

La construcción del templo franciscano y castrense se llevó a cabo de forma simultánea a las obras de la Población de San Carlos y de la nueva iglesia parroquial del Arsenal de la Carraca. El ilustrado viajero Antonio Ponz, que la visitó en 1791, la halló aún “a medio construir” y expresó la opinión crítica de que “sería muy acertado no seguirla sobre la disforme idea que se ha comenzado”. La iglesia de San Francisco, edificada en sencillo y sobrio estilo neoclásico, fue adornada con todo lo necesario para un templo de su nueva categoría: capillas, altares, retablos, pinturas, imágenes…

Así pues, desde la modestísima fundación de 1739, los franciscanos habían ido adquiriendo una mayor categoría: escuela de primeras letras (1743), parroquia castrense(1765) con una nueva iglesia (1786)…

Desde fines del siglo XVIII, siguiendo esta línea ascendente, los seráficos frailes de la Isla de León trataron además de conseguir la superior categoría jurídico-canónica de “convento”. Pero hallaron dos escollos casi insalvables. De un lado, el proyecto de crear otra parroquia castrense -regida también por franciscanos y constituidos esta vez sí en convento- en la Población Naval de San Carlos; aunque, como es bien sabido, tan magno proyecto quedó frustrado, utilizándose el nonato convento como hospital naval y transformándose la parroquia, andando el tiempo, en Panteón de Marinos Ilustres. De otro lado, la oposición de la otra orden religiosa establecida en la villa, los carmelitas descalzos, que, recelosa del progreso experimentado por los franciscanos a lo largo de los años, interpuso una queja formal ante las autoridades, oponiéndose a que se constituyera y hubiera otro convento de frailes en la floreciente localidad.

En esta coyuntura, la Parroquia Castrense de San Francisco tuvo que afrontar las contingencias de la primera década del XIX que anunciaron el desmoronamiento del Antiguo Régimen y el tránsito hacia otra época histórica: epidemia de fiebre amarilla, crisis económica y naval (batalla de Trafalgar), guerra de la Independencia y asedio del ejército napoleónico, difusión de las ideas liberales y anticlericales fruto de las revoluciones burguesas y abanderadas de los necesarios cambios político-sociales...

Ninguna adversidad, sin embargo, fue tan grande para este establecimiento eclesiástico como las disposiciones gubernamentales de 1835-1836 que, retomando las dictadas durante el Trienio Liberal (1820-1823), obligaron a cerrar el hospicio, exclaustrar a los franciscanos y expropiar los terrenos de los frailes, dejar la iglesia a cargo del nuevo clero castrense como hasta hoy día, y traspasar la función docente de las escuelas al Ayuntamiento de San Fernando. Había transcurrido apenas un siglo desde la humilde fundación en el barrio de las Viñuelas.

Algunas de las posteriores vicisitudes del siglo XIX y primeras décadas del XX también golpearon y afligieron a San Francisco, como signo de aquellos convulsos tiempos. El templo fue asaltado y su interior dañado durante el audaz movimiento cantonal de 1873. Sus feligreses y sus familias sufrieron directamente las consecuencias de los desastres bélicos navales de Cuba y Filipinas (1898) así como de la imperialista guerra de Marruecos (1909-1925)…

La categoría de la Parroquia Castrense isleña fue enriquecida con la concesión en 1926 del privilegio de iglesia agregada a la Basílica de San Pedro en el Vaticano por el papa Pío XI. Y, poco después, en 1933, durante la Segunda República, fue erigida la Parroquia Diocesana de San Francisco, con jurisdicción territorial sobre una importante área de la ciudad, además de la jurisdicción personal castrense preexistente, siendo la segunda parroquia diocesana que se creaba en la Isla de San Fernando y abarcando desde entonces, por ello, entre sus feligreses a un buen número de isleños de toda clase y condición social.

De las épocas recientes merece sin duda destacarse, para no ser exhaustivos, la notable transformación sufrida por el templo en 1966. Su antigua fisonomía interior fue entonces alterada y modernizada a impulso de los vientos renovadores que soplaban desde Roma.

4. Feligreses, asociaciones, patrimonio artístico.

Los estrechos vínculos de la Parroquia Castrense de San Francisco con la Armada y la asistencia espiritual desplegada sobre los marinos isleños y sus familias a lo largo de dos siglos y medio propiciaron que entre sus feligreses se hallaran ilustres personajes de la ciudad de San Fernando. Entre ellos merece un recuerdo destacado el hoy beato Marcelo Spínola Maestre, cardenal arzobispo de Sevilla, hijo y nieto de marinos de guerra, bautizado en esta parroquia en 1835.

Bajo sus altares y en sus criptas, hoy inexistentes, fueron inhumados antaño, hasta los primeros años del siglo XIX, muchos individuos eminentes de la Armada y de la localidad como, por ejemplo, Vicente Tofiño, Julián Ortiz Canelas, Antonio de Ulloa, Luis de Córdova, los marqueses de Ureña y de Arellano… Algunos de ellos fueron posteriormente trasladados al Panteón de Marinos Ilustres, donde hoy reposan sus distinguidos restos.

Igualmente la Parroquia Castrense fue la sede donde nacieron o se irradiaron no pocas devociones espirituales de los marinos isleños y sus familias. Y donde muchas de estas devociones religioso-navales tomaron cuerpo legal bajo la forma de hermandades, cofradías y congregaciones. Algunas de ellas fueron fundadas a fines del Setecientos y aún subsisten.

Finalmente la Parroquia Castrense de San Francisco ha albergado y alberga entre sus muros algunas valiosas piezas histórico-artísticas del patrimonio religioso, naval y sanfernandino, lo que igualmente la hace digna de tenerse en cuenta y merecedora de esta magna conmemoración. Destacan entre ellas los tres grandes lienzos pintados a fines del siglo XVIII por Mariano Salvador Maella, pintor de cámara de Carlos III; o, por ejemplo, algunas imágenes de madera policromada como la Santa Bárbara (ca.1735-1737) de Francesco Galleano, artista genovés afincado en Cádiz, o el Cristo de la Expiración (1788) de José de Cicartegui Saralegui, escultor del Arsenal de la Carraca.

En definitiva, se va a conmemorar el establecimiento de una institución a la vez religiosa y militar que cumple 250 años de vida, tiempo durante el cual ha estado indisolublemente unida a la historia de la Iglesia isleña, de la ciudad de San Fernando y de la Armada española.

Fernando Mósig

Enero 2015